domingo, mayo 13, 2007

Entrevista a Daniel Sada


ENTREVISTA A DANIEL SADA* (Mexicali, Baja california, 1953)

por Benjamín Morales (ciudad de México, 1984) y Édgar Omar Avilés (Morelia, Michoacán, 1980)


¿Qué es la fantasía en la literatura?

Considero que la fantasía es una apostilla dentro de la realidad, no puede haber referente fantástico si no tenemos el referente de realidad. La Fantasía por sí misma para mí no existe. Los elementos de la realidad se pueden volver fantásticos, sólo basta que uno pueda percibir los lados oscuros de la realidad. La fantasía no es una cosa exagerada, donde pasen cosas absolutamente inverosímiles, debe de haber una coherencia. Es muy difícil inventarse una fantasía totalmente estructurada fuera de la realidad, aunque es posible crearla, aunque no me resulta tan atractiva la fantasía muy desbordada. Lo que me interesa no es la realidad más evidente, sino lo que puede haber detrás de las cosas reales. Esto lo decía Milán Kundera en su libro sobre la novela: “hay que buscar lo que no se ve”. En pintura todos vemos el árbol, pero no todos vemos la sombra o el comportamiento de la luz entre las ramas. Estos ya podrían ser elementos fantásticos sin apartase demasiado de lo real.


¿Te consideras un escritor realista?

Parto del hecho de que no soy un escritor realista, me cuesta mucho trabajo volcar toda mi visión absolutamente realista. Creo que siempre hay un elemento de extrañeza en mis textos que los modifica.


¿Por qué los textos realistas tienen más éxito comercial que los fantásticos?

Sobre todo en México, donde prácticamente te exigen ser realista. Si no eres realista casi casi te empujan a que escribas poesía. Uno ve ejemplos aislados de gente que escribe fantasía como Hugo Hiriart, Emiliano González, Arreola, pero no hay una tradición de literatura fantástica en Latinoamérica, salvo en Argentina. En Estados Unidos hay toda una concepción de la literatura fantástica, en los países escandinavos también. Selma Lagerlöf escribió mucha literatura fantástica y fue Premio Nobel. En contraste con los niños, a los adultos se les enseña a tener límites con la fantasía, pues [los adultos] sienten amenazada la verosimilitud y muy poca gente es capaz de apreciar la fantasía. La gente quiere identificar lo que lee con lo que vive de inmediato. Y pensar en otra cosa les resulta demasiado riesgoso para el intelecto, para la psique. Claro, yo también tengo mis límites para la fantasía y siento cuando me están tomando el pelo. Flaubert decía que la fantasía esta dentro de la realidad, que no había porque exagerar las cosas, ni extrapolarlas. Que la misma realidad ofrece la fantasía. En la realidad hay misterios.


¿En México quién o qué obliga a que sólo se escriba literatura realista?

Te voy a dar un dato: cuando yo estaba muy joven asistía a un taller con Gustavo Sainz, y yo traía unos cuentos que no eran muy fantásticos pero tampoco eran realistas. Y él me dijo: “No, aquí escribimos pura literatura realista: no puedes entrar al taller”. Me excluyó.
Para mí, abarcar toda la realidad es muy difícil. ¿Hasta qué punto uno, queriendo ser realista, lo es en serio? ¿Qué tanto hay de invención en todo lo que hacemos? ¿Cómo adaptar la percepción a un sentido realista? Yo no sé si lo que yo percibo corresponda necesariamente al término realista.
Los lectores responden bien a la literatura fantástica en México, sólo que nadie hace literatura fantástica, no es una tradición mexicana, estamos encerrados en un realismo que nosotros nos hemos inventado y que parece una cárcel.


¿Y Arreola, García Ponce, Arredondo, Rulfo?

Ellos son básicamente escritores realistas, aunque tienen algunos cuentos con sesgos fantásticos. Lo que el público recuerda más de ellos son sus cuentos realistas o semirrealistas. Pero no los cuentos declaradamente fantásticos.


¿Los textos fantásticos, como El Señor de los Anillos, tendrían éxito de ser escritos en México?

Yo creo que sí. Con Harry Potter todo el mundo se siente atraído; con estas historias que son la evasión total, donde todo parte de una idea absolutamente abstracta.


¿Por qué el cuento en México está segregado?

Hay algo muy triste, incluso de todos los géneros literarios, el cuento es el que menos ha evolucionado. Tengo que decirlo, uno lee un cuento del siglo diecinueve y lee uno que se escribió la semana pasada y no tiene mucha evolución. Hay como una exégesis y los mismos cuentistas no permiten que el género evolucione, está anquilosado como con el clásico final sorpresa o la estructura de Guy de Maupassant de: inicio, desarrollo y desenlace, que es algo totalmente impuesto.
Había una revista llamada El Cuento, y quien se saliera de la normas ya no estaba escribiendo cuento…Había una reglamentación para el cuento. En cambio la novela ha sido un terreno de experimentación constante, incluso algunas novelas refutan el arte de novelar. También la poesía, incluso el ensayo y el teatro, pero en el caso del cuento no hay una evolución visible, salvo en gente como Cortázar o Carver. O como el escritor polaco M. Ratvzov, que tiene cuentos fantásticos, en sus cuentos no hay necesariamente un final, nada más hay una situación que deriva en otra cosa y punto.
Los libros de cuento son como los discos, que sólo traen dos canciones buenas y todo lo demás es relleno. Es muy difícil que en un libro de cuentos todos los cuentos sean buenos. Para mí el cuento es más demandante que la novela, mucho más, hay que ser más preciso, el vocabulario tiene qua ser más contundente. El cuento, como decía Cortázar, gana por Nock-Out y la novela gana por puntos. Un cuento que se olvida no es un buen cuento: es una de sus características, no sé por qué. Es un género mucho más antiguo que la novela, viene de la leyenda, de la fábula, que tenían que ser muy eficaces para que la gente las recordara, pues iban de boca en boca.


¿Si el cuento es tan antiguo por qué ahora se le deja de lado?

La gente quiere enterarse de los hechos, de la dimensión de los hechos, no de una situación concreta. El cuento cuando tenía eficacia era cuando tenía un aire de fábula, cuando tenían ejemplos de vida, ahora ya no son así. Dejaron de tener moraleja los cuentos y dejaron de ser leídos.


¿Los múltiples concursos de cuento que hay en México han ayudado para el avance del género?

No, el cuento está a la baja totalmente. No se leen los cuentos. Hay que renovar el cuento completamente. Hubo un tiempo, de los años 40 a los 60, en que el cuento fue el paradigma de la escritura. Quien escribía un buen cuento ya podía dominar toda la literatura, pero ahora los editores han impuesto la novela, nos han ganado la batalla a los escritores. Y no entiendo, porque el cuento podría ser tan vendible como la novela, pero la razón que esgrimen los editores es que en un libro de cuento sólo uno o dos son buenos y que generalmente los cuentos son malos. Pero yo no considero que la novela sea mejor en México que el cuento. La telenovela influye mucho en el gusto del público con las historias largas, donde los personajes actúan, se modifican, se transforman. En un cuento no hay posibilidad de eso. Un cuento se supedita a una situación que deriva en otra y en otra. Quieren ver telenovelas en las novelas, y el cuento no da esa dimensión. Por otra parte, es muy fácil que el cuentista caiga en recetas de composición dramática, que aplique la misma estructura a muchas historias. En el Llano en llamas de Juan Rulfo nunca se repite ninguna estructura. Pero uno lee los cuentos de Arreola y sí ve la receta, incluso en los cuentos de Borges, con todo lo que yo lo admiro. Casi todos los cuentistas caen en fórmulas, ese es el problema del cuento. En la novela también pasa, pero se nota menos.


¿Qué escritores jóvenes le agradan actualmente?

No conozco muchos jóvenes… Reconozco que es buen cuentista Eduardo [Antonio] Parra en su libro Tierra de Nadie, Mario González Suárez en su Libro de Las Pasiones, Francisco Hinojosa, Villoro. Pero yo veo que las nuevas generaciones no están practicando el cuento, ya todo el mundo se está volcando a la novela… y quieren escribir novelas muy largas, de setecientas páginas. Podrían escribir textos de sesenta cuartillas y funcionarían muy bien, y poner tres en un libro, como lo hizo Flaubert y Donoso. Entre los escritores jóvenes hay talento, pero también mucha confusión literaria y editorial.


¿Cómo ve el entorno literario en México?

Hay el talento, pero el problema es que todos estamos de alguna manera supeditados al mercado. Entonces no dudo que haya buenos escritores, pero, como el mercado determina si te va bien o mal según las ventas, entonces lo escritores quisieran vender más, y ahí es donde traicionan el arte literario. Por todas partes el mercado nos está ganando, y ya dudo un poco si se está escribiendo literatura o si no se está escribiendo literatura.


Y entonces, ¿qué es lo que puede hacer el escritor que realmente quiera ser escritor?

Voy a citar a Epícteto: “hay cosas que te son propias y hay cosas que te son ajenas”. Hay mucha gente que está confundida con la figura del escritor. Al escritor le hacen entrevistas, viaja, sale en televisión, aparece en revistas, recibe becas, recibe premios, etc. Y, bueno, la gente ve que es mejor eso que ser contador público… Tienes un reconocimiento público, y a mucha gente le interesa sólo eso, más que escribir bien. Ahora se ha metido en la literatura una cosa totalmente empresarial de “el hombre de éxito”, que es horrible, y distorsiona todo. Gente que puede escribir buenas cosas, por la urgencia de ser reconocido, comete pifias.


De los autores vivos, ¿cuáles seguirán siendo leídos en 20 años?

No lo sé, de ninguno estoy muy seguro. Te puedo decir de Rulfo, de Arreola, pero de los escritores nacidos de los 50 para acá, todavía no estoy seguro. Figuras reconocidas sí las hay, y son muy visibles, el problema es que sus libros no corresponden a las figuras que son. Siempre hay una tendencia de que te den gato por liebre. La gente no lee, y cuando la gente no lee es muy fácil confundirla, y que el editor o la publicidad te digan qué es lo que hay que leer. Si eres un buen lector no te dejas confundir, yo no tengo por qué estar pendiente de las novedades, no me importa si lo que leo se publicó hace 100 años o ayer.


¿Cuándo escribe un cuento, usted ya sabe el final?

Yo sigo el consejo de Édgar Allan Poe, lo primero que hay que pensar es cómo termina, y uno encamina todo hacía ese fin. Aunque a veces cambio el final, pero como punto de partida me sirve saber en que terminará la historia. Lo hago no sólo en mis cuentos, sino también en mis novelas.


¿Cuáles son los mejores cuentos mexicanos que ha leído?

“Luvina” de Juan Rulfo, “Una carta a Dios” de Gregorio López y Fuentes (un cuento totalmente fantástico), “La noche de la víbora” de Agustín Monreal, “El miligramo prodigioso” de Arreola. Algunos cuentos más cercano que me gustan son: “Torero” de Mario González Suárez, “Coyote” de Juan Villoro, “La Perra” de Fabio Morábito, “La peor señora del mundo” de Francisco Hinojosa.


¿Y de su propia obra?

“Cualquier altibajo”, es el más popular, el que más me han celebrado. Pero “El Fenómeno ominoso” es en realidad el que más me gusta, en donde pude meter más elementos, el más pensado.
*Texto publicado en el número 7 (marzo 2007) de Viento en vela.

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