viernes, junio 29, 2007

Revista Viento en vela #8


El número 8 de Viento en vela (junio 2007) se acerca al escurridizo término de "generación", y en este caso de la generación de poetas mexicanos nacidos entre 1950 y 1959. Se trata de un acercamiento hacia varios poetas destacados nacidos en la década de los años 50, a partir de 5 ensayos, una entrevista y una muestra poética titulada Los otros 50. Esto bajo la visión de que hay otros autores (aparte de los infrarrealistas, que ya fueron tratados en el número 5 de Viento en vela) nacidos en los años 50, que han creado una obra sobresaliente. Los dejamos con este número, que fue coordinado por el poeta Christian Barragán.
CONTENIDO
  1. Editorial (por Gabriela Astorga)
  2. Una Generación poética, una década: 1950-1959 (por la Redacción)
  3. Poesía y algunos lenguajes literarios en la generación de los cincuenta (por Mario Calderón)
  4. De moscas y surfeadores. La estética del detalle en la poesía de Fabio Morábito (por Luis Téllez-Tejeda)
  5. Los otros 50. Muestra poética. Selección de Christian Barragán. Autores: Joaquín Xirau Icaza (1950-1976), Adolfo Castañón (1952), Josu Landa (1953), Alicia García Bergua (1954), Ricardo Castillo (1954), Rafael Vargas (1954), León Guillermo Gutiérrez (1955), Francisco Torres Córdova (1956), Manuel Andrade (1957), Marianne Toussaint (1958), Juan Domingo Argüelles (1958), Tedi López Mills (1959).
  6. Héctor Carreto: Trazos de una tradición (por Iván Cruz Osorio)
  7. Pero la diosa sólo se refleja en el espejo de la poesía. Breve atisbo a la generación de los cincuenta (por Alí Calderón)
  8. A propósito de Poetas de una generación, 1950-1959. Entrevista con Evodio Escalante (por Christian Barragán)

miércoles, junio 27, 2007

Balam Rodrigo



Balam Rodrigo. Foto/Archivo Viento en Vela


Balam Rodrigo -Villa de Comatitlán, Chiapas, 1974-, es poeta y narrador. Cuenta, además, con estudios superiores en Teología y Biología, ciencias sobre las que ha escrito artículos de difusión. Su obra, acentuadamente poética (Hábito lunar, Praxis, 2005; Poemas de mar amaranto, Coneculta-Chiapas, 2006), ha sido reconocida con el Premio Estatal de Poesía Raúl Garduño (Chiapas, 2004), Premio Estatal de Crónica César Pineda del Valle (Chiapas, 2005), Premio Regional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2005 y Premio de Poesía Joven Ciudad de México 2006; galardón, este último, obtenido con su más reciente poemario titulado Libelo de varia necrología (Secretaría de Cultura del D. F., 2006). El jurado que le concedio por unanimidad a Libelo de varia necrología el primer Premio Ciudad de México, estuvo conformado por los poetas Raúl Renán, Óscar de Pablo y Eduardo Olaíz.

Así, con motivo de tan reciente celebración, la tarde de ayer en la Casa del Poeta Ramón López Velarde se presento tal poemario. La mesa fue moderada por la ensayista, editora, poeta y amiga nuestra, Claudina Domingo. Los encargados de recibir al autor y a su obra laureada fueron, respectivamente: Óscar de Pablo, Daniel Téllez y María Rivera, sensibles y lúcidos con la escritura de Balam Rodrigo. Al anochecer, el evento fue clausurado (¡de qué mejor manera!) con la lectura de algunos de los textos del poemario en voz de su autor, Balam Rodrigo, uno de los más destacados y prolíficos poetas de su generación y de las plumas méxicanas más recientes.


Óscar de Pablo, Claudina Domingo, Balam Rodrigo, María Rivera y Daniel Téllez.
Foto/ Archio Viento en Vela

Al vuelo, celebramos también el hecho de que cada vez haya un público más numeroso y auténticamente interesado en el acaecer de la nueva poesía mexicana; el de ayer, a propósito, es un notable ejemplo de ello. Es un gran gusto encontrar a otros bardos, dispersos entre el público, atentos a lo que sucede en el estrado. Este es un cordial saludo a ellos: Raúl Renán, Natalia González Gottdiener, Iván Cruz, Marco y Tanya Fonz, Daniel Saldaña y Manuel Becerra Salazar, entre los avistados.

Y al igual que ayer, cerramos esta nota mostrando un par de fragmentos de "Madame La Loca y sus noches gáticas", primer cuadernillo de tres que hacen el poemario. Pero antes, confirmamos nuestro entusiasmo por la poesía de Balam Rodrigo: un abrazo fraterno a él, y otro más a su estupendo Libelo de varia necrología. Escuchemos, pues, el canto sincero y selvático del poeta:

*

Sobre las aguas capitales del crepúsculo, tejen los gatos su roja
dentellada:
El sílex de su boca abre los pechos y las plumas de exquisitos
cardenales.
El viento arrastra los huesos, las hojas, las prístinas cadenas de la
edad entumecida.
Inicia gatopías el corazón y la ciudad pregona el filo que al ojo de
la noche sólo empieza.

*

Un maullido tenso y el silencio aniquilado bajo los párpados.
Lanza Madame sus dardos de saudade hacia la espera. Alrededor
de los jardines y la niebla, la pluvial almohada le murmura:
Ciudad. Sola extensión del odio y la tristeza de los animales sin
luz. Cordón umbilical del polvo que nos une a la placenta del
deseo. Pureza del vértigo y el fuego. Dama de los pájaros de la
sed. Negra flor cuyos frutos sin destino crecen en los huertos de
la fiebre. Atroz y vacua porque ni las calles, ni los sueños, ni los
gatos que ejecutan su música, pueden domesticarse. Ciudad.
Bestia oscura del corazón que se alimenta de las sábanas
ensangrentadas y de los desperdicios del dolor bajo la inmóvil
liturgia de la nieve.-

(de Libelo de varia necrología)


Christian Barragán/ Fotos y texto








jueves, junio 21, 2007

Una postal de Jaime García Terrés*


Este día, un día de octubre del año 1941, un atrevido muchacho de tan sólo diecisiete años, ofrecerá ante un público que bien podríamos imaginar entusiasta y numeroso convocado en el Ateneo de la Juventud —el mismo de Reyes y Vasconcelos— una atenta y certera conferencia que ha titulado como Panorama de la crítica literaria en México. Su nombre: Jaime García Terrés (1924-1996).

Habría también, entonces, que imaginarlo inaugurando su discurso de la siguiente manera, nada arbitraria por otra parte, sobre todo si se considera con la nitidez que nos da hasta este momento el tiempo —febrero de 2007—; puesto que, visto así, sus palabras devienen no sólo entrañables a sus lectores, sino además secretamente reveladoras para comprender más justamente sus profusas vida y obra:

Presentar los vestigios que en una de las innúmeras playas de aquel sugerente océano que es el humanismo han dejado las generaciones últimas.

Y aun más, el aliento que las insufla y somete:

Proyectar al vuelo sobre una pantalla imaginaria las siluetas de aquéllos que en los momentos actuales o en los inmediatamente anteriores se han significado en el noble ministerio de la Crítica. He aquí el único propósito que anima estas palabras.
Todo paisaje, sin embargo, se halla sometido, en el espectador, a las leyes inflexibles de la perspectiva. Y el panorama que me ocupa no constituye una excepción a la regla. Es esa perspectiva, pues, ese personal punto de vista, lo que yo invoco como atenuante, en descargo del atrevimiento o la imprudencia que pudiéranme ser achacados.


Serio animador cultural, crítico riguroso, ensayista original y profundo que lo mismo trataba la lucha entre Eros y Thánatos en Los infiernos del pensamiento (1967) que la censura editorial en nuestro país en La feria de los días (1961), Jaime García Terrés fue sobre todo poeta; un poeta mayor en las letras mexicanas del siglo XX. A unos días de cumplirse el primer onceavo aniversario de su muerte (el 29 de abril), desde estas páginas —posibles únicamente por la generosidad de los autores que las habitan—, así lo recordamos.

Pero antes, volvamos nuevamente a 1941 y escuchemos al mismo Jaime García Terrés terminar, de qué mejor manera, su Panorama de la crítica literaria en México:

Hasta aquí el curso de nuestro recorrido. Hemos visto, todos, muchas nubes desconocidas en el cielo policromo de nuestro paisaje. Yo las he visto por un impulso propio, engañado acaso, en ocasiones, por la fantasía. Vosotros las habéis visto a través de un lente ajeno, recibido con indulgencia de mis manos; un lente empañado, tal vez, por la precipitación, mas nunca —yo os lo aseguro— por la insinceridad o por el prejuicio.

Christian Barragán-


* El presente texto, es la presentación del homenaje a Jaime García Terrés que VIENTO EN VELA ofrece en su reciente número 7.
** El material fotográfico que acompaña al texto, forma parte del archivo personal de Jaime García Terrés. Agradecemos a su viuda, la Sra. Celia Chávez, la cortesía de prestarnos y permitirnos reproducir dicho material.

lunes, junio 11, 2007

In Memoriam

Carlos García-Tort (Distrito Federal, 1950-2007). Editor, poeta y ensayista.
Autor de un solo libro de poesía, El efrit dentro de su botella (SEP/Crea, 1985), Carlos García-Tort es, en recientes palabras de Eduardo Milán: “una pérdida para la poesía latinoamericana.” Recuerda Milán: “Cuando leí y reseñé El efrit dentro de su botella me llamó poderosamente la atención su fuga de toda forma de retórica, su rechazo a la dicción poética opulenta y dominante. Era muy raro entre sus pares de generación. Y él lo sabía.”
Aunque sus estudios profesionales se encuentran en el campo de la Sociología, su vida se halla estrechamente en el terreno de las artes, y muy particularmente en el de las letras. Así, formo parte de varios proyectos culturales como el Teatro Universitario de la UNAM, la Compañía de Ballet de Jalapa y la Enciclopedia de México; igualmente trabajo para las casas editoriales Siglo XXI y Fondo de Cultura Económica. Fue, además, director de la revista Salud Pública (1988), jefe de redacción de las revistas Arqueología Mexicana (1994-1996) y Lúdica. Arte y Cultura del Diseño (1997-1998) y coeditor, jefe de redacción y colaborador de La Jornada Semanal (suplemento para el que escribió la columna Antesala, registro donde se encuentra el mayor cuerpo de su obra ensayística). Poemas y ensayos suyos aparecieron en La cultura en México, suplemento cultural de Novedades, y la Revista de la Universidad.
Carlos García-Tort, uno “de esos hombres, cada vez más raros” (Fabio Morábito), vivió sus últimos quince años al lado su esposa, la también poeta y colaboradora nuestra, Alicia García Bergua; a ella, su familia y amigos, nuestro más sentido y respetuoso pésame: que en paz descanse.

LA REDACCIÓN