sábado, noviembre 29, 2008

Palabras a Muestra de poesía chilena reciente (1976-1983)

Prólogo (Muestra de poesía chilena reciente)*

Esta foto nadie la tomó, y es el último minuto para que no salga enteramente movida. Nadie tomó esta foto, porque los autores nacidos en los setenta tuvieron sus propias vías de difusión, desde seminarios universitarios a bombardeos aéreos, justo antes que los acá incluidos publicaran sus primeros libros. A esa generación tan claramente delimitada desde su enunciación por Cristián Gómez y los ensayos “Los Náufragos” de Javier Bello a mediados de los años noventa, la cual cronológicamente terminó con la precoz Damsi Figueroa (1976) y en la que se antologaron finalmente en México, Pedro Montealegre (1975) y Gustavo Barrera Calderón (1975); le siguió un silencio mediático, interrumpido por los autodenominados Novísimos, organizadores del Encuentro Poquita Fe en 2004. Como reacción a una lectura de aparente academicismo en Los Náufragos, algunos de los poetas más jóvenes se apropiaron de discursos utilizados en los años ochenta (Carmen Berenguer, Raúl Zurita), además de los visos realistas de la generación del ’87 (Sergio Parra, Víctor Hugo Díaz), matando al padre y rescatando al abuelo, por así decirlo. Pero esta nueva foto tenía más bajas que titulares, si se juzga la amplitud estética de la poesía que comenzó a publicarse y que urge presentarles.




Es el último minuto para que la foto no salga enteramente movida, porque sorprendentemente proliferan muchos poetas jóvenes en nuevas editoriales, la mayoría caseras con proyectos que mezclan poesía con plástica (Ripio Ediciones) y audio (Editorial Alquimia) o que editan plaquetas en la provincia (Editorial Fuga). He leído poemas inéditos notables por parte de Christian Aedo, César Cabello, Marco Yupanqui, Matías Cociña, Jorge Polanco y Ángel Valdebenito, los últimos tres con un primer libro publicado, pero es irresponsable antologarlos, habida cuenta de la imposibilidad de cotejar todo aquello que sigue en el ámbito privado. Seleccioné con propiedad entonces entre los textos publicados en Chile por autores nacidos entre 1976 y 1983, que llevan años circulando. El criterio de la publicación es justo, pero tendiente a la centralización. Rara vez poetas así de jóvenes publican en la provincia y si bien la mitad de los aquí incluidos nacieron en ella, la gran mayoría vive hoy en la capital. Los poetas no están ajenos a la migración económica. Saludable es, en cambio, la presencia cada vez mayor de mujeres, seis en esta muestra y muchas más fuera de ella, que casi ni requiero llamar la atención al respecto. El borde más joven de la foto está abierto y borroso, pues lo empujan Carlos Cardani (Santiago, 1985), Guido Arroyo (Valdivia, 1986) y Camilo Herrera (Santiago, 1986); que conforman hoy ambiciosas obras que van de la doxa militar a la experimentación matemática.



Antes de la avalancha entonces, cabe este recuento del recambio que la provocó. Recambio que veo comenzar claramente en “La Enfermedad del Dolor” que Alejandra González Celis publicó en 2000 por Ediciones del Temple, cuyo catálogo de poesía joven cuenta ya con veintitrés títulos. En el escenario de un hospital extrema la experiencia del encierro. Casi acordada es la arista opuesta con que comienza esta generación: la alegoría en “Teseo en el Mar Hacia Cartagena” (2001) de Marcelo Guajardo Thomas. Una escritura que continúa el trazado que Tomás Harris dejó en cuanto a reinventar la construcción épica, pero tangible, de nuestro país, desde la visión y la locura. Y esa tangibilidad la carga Carlos Soto Román como una poética propia: la de relatar los sucesos con la sequedad no de los ingleses, sino de nuestro desierto. Es poesía social y la falta de cinismo no implica falta de ironía, ni de sospecha del lenguaje. El sufrimiento personal de “La Enfermedad del Dolor” es estructural siete años después en “Haikú Minero”, el segundo libro de Soto Román. Lo publicó la editorial La Calabaza del Diablo, cuyo catálogo incluye a Raúl Hernández, Gladys González y Pablo Paredes, pero también a poetas mayores, que dan cuenta de la artificiosidad inevitable del ejercicio etáreo al que me remito. Si leer a Andrés Kalawski desde la antipoesía de Nicanor Parra es lo más obvio, esto se expande en los juegos metafísicos que plantea el autor, en un escenario dudoso como la palabra. Por eso Rosario Concha la precisa, en una poética de la contención sumamente arraigada en este país, que concluye con éxito Ernesto González Barnert. El erotismo que se descubre a sí mismo en Rosario Concha, se manifiesta en González como sensorialidad y vaticinio.



La de Claudio Gaete Briones es una poética que poco tiene que ver con las anteriores, y que suele ligarse a la que venían desarrollando los poetas de los noventa: la del merodeo, como él mismo la define. Una decantación posmoderna y necesaria al larismo que el centro espera de la poesía de provincia, y una duda menos histriónica respecto a los referentes de la vida moderna. Desde la acumulación de elementos a la Ashbery intenta una poesía total, gesto sutilmente mallarmeano que Héctor Hernández Montecinos extrema como gesto basal de su obra. Ésta es de las más influyentes actualmente al recurrir a los gestos teóricos franceses desde un escudriñamiento de los márgenes de la escritura y de lo pop. Allí Diego Ramírez mete el Canto General de Neruda al bolsillo de un pantalón ajustado, y bajo las luces de una permanente discoteca andrógina, propone una estética que rija sobre las éticas mayoritarias. También es original al respecto la propuesta de Paula Ilabaca, que reconstruye idearios a partir de la pérdida, y no sólo personal. Su preocupación por el ritmo la lleva a encabalgar ese único poema que es La Ciudad Lucía, hasta que el lenguaje termina desconfiando de sí mismo, perdido en un vaivén que también cuestiona convenciones sociales. Aunque se les suele agrupar a ellos, la obra de Felipe Ruiz y de Gladys González tiene mucho menos de derrame en su posicionamiento. Ruiz asume proyectos escriturales que van de la violencia intrafamiliar a relecturas austeras de Pound o en clave hip hop del mismo Neruda. Gladys González se apropia vehementemente de la calle, con una claridad que no necesita experimentaciones formales. La misma calle que Pablo Paredes grafitea, desde un compromiso político que da cuenta de detalles raramente retratados de los barrios chilenos.



Al igual que ellos, Raúl Hernández se formó en los talleres de Balmaceda 1215, pero descreyó de sus maestros, cultivando la mirada del flaneur, contemplando la ciudad como si fuera naturaleza. Sus poemas son breves y dejan el aire de la espontaneidad que también respira Víctor López. Su mano suelta en el tono confesional se funde con un ojo crítico y detallista, desde el que proyecta las imágenes sobre las imágenes. Marcela Parra en tanto, desconfía de las diferenciaciones, problematizándolas tanto desde el lenguaje como desde la experiencia. Historiza la violencia simbólica a través de voces distintas, de las que se apropia bajo un aparente objetivismo. Úrsula Starke utiliza una sola voz familiarizando al lector con un dolor personal, mas no unívoco, lo que la vincula a Alejandra González quien abre esta muestra. La más joven de ésta fue también la más joven en publicar, dándole otra vuelta a esa poesía puertas adentro que de algún modo es también una alegoría. Poetas que viven el Chile pluralista de discursos, pero unidireccional en acción política.


Enrique Winter,
Valparaíso, Enero 2008.



*Texto publicado en el número 13 (septiembre 2008) de la revista Viento en vela.

jueves, noviembre 27, 2008

Revista Viento en vela #13 (3er. Aniversario)




El número 13 de Viento en vela (Septiembre 2008) recoge 5 muestras de poesía latinoamericana reciente, provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Centroamérica y Ecuador. Estas muestras fueron bautizadas de forma general como "Línea imaginaria", porque creemos que eso es lo único que divide a Nuestra América. En la portada de la publicación tenemos a Simón Bolivar como figura unificadora de nuestro continente.
Las selecciones de los poemas fueron realizadas por diferentes poetas y estudiosos de las propuestas contemporáneas de cada país, es decir, contamos con el material y la visión de gente presente en los diferentes contextos, y que, simultáneamente, comparte la idea de una tradición común. Así los encargados de cada muestra son: Francisco Garamona por Argentina, Ana Rüsche y Alberto Trejo por Brasil, Enrique Winter por Chile, Pablo Benítez por Centroamérica, y Juan José Rodríguez por Ecuador.
El objetivo de este número no es, sin embargo, realizar un censo de poetas latinoamericanos, o establecer un canon. Es simplemente una invitación a la lectura, un contacto con esta "Línea imaginaria" nos comunica y nos une íntimamente bajo el manto de la América que continúa construyéndose.
Por otra parte, con esta nueva invitación a la lectura, Viento en vela cumple 3 años de existencia, y lo celebramos con este número especial, en agradecimiento a cada uno de los autores que han aparecido en esta revista, así como a la gente cercana sin la que hubiera sido imposible cualquier pretensión de subsistir.
Por último este número está dedicado a la memoria de Alforja. revista de poesía, que este año publicó su último número. Nuestra amistad y solidaridad con el poeta José Vicente Anaya que mantuvo este maravilloso sueño durante 11 años.
CONTENIDO
  1. Editorial
  2. Eras vos. Una muestra de la nueva poesía Argentina (1974-1984). Selección y prólogo de Francisco Garamona. Autores: Laura Crespi, Alejandra Güerri, Martín Rodríguez, María Paz Levinson, Lila Jacoby, Miguel Ángel Petrecca, Gerardo Jorge, Francisco Bitar, Lorena Ferraté.
  3. Muestra de poesía chilena reciente
    (1976-1983). Selección y prólogo de Enrique Winter. Autores: Alejandra González Celis, Marcelo Guajardo Thomas, Carlos Soto Román, Andrés Kalawski, Rosario Concha, Claudio Gaete Briones, Ernesto González Barnet, Paula Ilabaca, Felipe Ruiz, Héctor Hernández Montecinos, Raúl Hernández, Marcela Parra, Gladys González, Diego Ramírez Gajardo, Víctor López, Pablo Paredes, Úrsula Starke.
  4. Entre la barbarie y el derrumbe de las esperanzas. Diez poetas centroamericanos (1973-1984). Selección y prólogo de Pablo Benítez. Autores: Javier Payeras (Guatemala), Alan Mills (Guatemala), Lya Ayla (El Salvador), Osvaldo Hernández (El Salvador), Heber Sorto (Honduras), Fabricio Estrada (Honduras), Hanzel Lacayo (Nicaragua), Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua), Alfredo Trejos (Costa Rica), Paula Piedra (Costa Rica).
  5. Muestra de poesía ecuatoriana reciente (1973-1984). Selección de Juan José Rodríguez, prólogo de César Eduardo Carrión. Autores: Ángel Emilio Hidalgo, César Eduardo Carrión, David G. Barreto, Javier Cevallos Perugachi, Ernesto Carrión, Cristian Avecillas, Juan José Rodríguez, Fernando Escobar Paéz, Fabián Darío Mosquera.
  6. Muestra de poesía brasileña reciente (1972-1984). Selección de Ana Rüsche y Alberto Trejo. Autores: Micheliny verunschk, Fabiano Calixto, Priscila Figueredo, André Dick, Dirceu Villa, Tarso de Melo, Fabio Aristimunho, Eduardo Jorge, Lilian Aquino, Eduardo Lacerda, Elisa Andrade Buzzo, Del Candeias, Bruna Beber.

lunes, noviembre 24, 2008

¡Mi País, Oh mi País! (de Efraín Huerta)

*Efraín Huerta (Silao, Guanajuato, 1914-1982)



¡Mi País, Oh mi País!


Descenderá al sepulcro vuestra soberbia. Y echados seréis de él como troncos abominables, vestidos de muertos pasados a cuchillo, que descendieron al fondo de la sepultura. Y no seréis contados con ellos en la sepultura: porque destruisteis vuestra tierra, y arrasasteis vuestro pueblo. No será nombrada para siempre la simiente de los malignos.

Libro del profeta Isaías




Ardiente, amado, hambriento, desolado,
bello como la dura, la sagrada blasfemia;
país de oro y limosna, país y paraíso,
país-infierno, país de policías.
Largo río de llanto, ancha mar dolorosa,
república de ángeles, patria perdida.
País mío, nuestro, de todos y de nadie.
Adoro tu miseria de templo demolido
y la montaña de silencio que te mata.
Veo correr noches, morir los días, agonizar las tardes.
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de los buenos
y las cárceles y las prisiones militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
y nadie escribe y nadie quiere saber nada de nada,
porque el plomo de la mentira cae, hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo perseguido.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de muerte cuartelaria.
Porque al granadero lo visten'
de azul de funeraria y lo arrojan
lleno de asco y alcohol
contra el maestro, el petrolero, el ferroviario,
y así mutilan la esperanza
y le cortan el corazón y la palabra al hombre―
­y la voz oficial, agria de hipocresía,
proclama que primero es el orden
y la sucia consigna la repiten
los micos de la Prensa,
los perros voz-de-su-amo de la televisión,
el asno en su curul,
el león y el rotario,
las secretarias y ujieres del Procurador
y el poeta callado en su muro de adobe,
mientras la dulce patria temblorosa
cae vencida en la calle y en la fabrica.
Este es el panorama:
Botas, culatas, bayonetas, gases ...
¡Viva la libertad!

Buenavista, Nonoalco, Pantaco, Veracruz…
todo el país amortajado, todo,
todo el país envilecido,
todo eso, hermanos míos,
¿no vale mil millones de dólares en préstamo?
¡Gracias, Becerro de oro! ¡Gracias, FBI!
¡Gracias, mil gracias, Dear Mister President!
Gracias, honorables banqueros, honestos industriales,
generosos monopolistas, dulces especuladores;
gracias, laboriosos latifundistas,
mil veces gracias, gloriosos vendepatrias,
gracias, gente de orden.
Demos gracias a todos
y rompamos
con un coro solemne de gracia y gratitud
el silencio espectral que todo lo mancilla.
¡Oh país mexicano, país mío y de nadie!
Pobre país de pobres. Pobre país de ricos.
¡Siempre más y más pobres!
¡Siempre menos, es cierto,
pero siempre más ricos!
Amoroso, anhelado, miserable, opulento,
país que no contesta, país de duelo.
Un niño que interroga parece un niño muerto.
Luego la madre pregunta por su hijo
y la respuesta es un mandato de aprehensión.
En los periódicos vemos bellas fotografías
de mujeres apaleadas y hombres nacidos en México
que sangran y su sangre
es la sangre de nuestra maldita conciencia
y de nuestra cobardía.
Y no hay respuesta nunca para nadie
porque todo se ha hundido en un dorado mar de
dólares
y la patria deja de serlo
y la gente sueña en conjuras y conspiraciones
y la verdad es un sepulcro.
La verdad la detentan los secuestradores,
la verdad es el fantasma podrido de MacCarthy
y la jauría de turbios, torpes y mariguanos inquisidores
de huaraches;
la verdad está en los asquerosos hocicos de los cazadores
de brujas.

¡La grande y pura verdad patria la poseen,
oh país, país mío, los esbirros,
los soldadones, los delatores y los espías!
No, no, no. La verdad no es la dulce espiga
sino el nauseabundo coctel de barras y de estrellas.
La verdad, entonces, es una democracia nazi
en la que todo sufre, suda y se avergüenza.
Porque mañana, hoy mismo,
el padre denunciará al hijo
y el hijo denunciará a su padre y a sus hermanos.
Porque pensar que algo no es cierto
o que un boletín del gobierno
puede ser falso
querrá decir que uno es comunista
y entonces vendrán las botas de la Gestapo criolla,
vendrán los gases, los insultos,
las vejaciones y las calumnias
y todos dejaremos de ser menos que polvo,
mucho menos que aire o que ceniza,
porque todos habremos descendido
al fondo de la nada,
muertos sin ataúd,
soñando el sueño inmenso
de una patria sin crímenes,
y arderemos, impíos y despiadados,
tal vez rodeados de banderas y laureles,
tal vez, lo más seguro,
bajo la negra niebla
de las más negras maldiciones…
*Poema publicado en el número 12 (junio 2008) de Viento en vela.

domingo, noviembre 23, 2008

El Retorno (de Miguel Guardia)

*Miguel Guardia (Ciudad de México, 1924-1983)


El Retorno*



Hoy para hablarte me he quedado solo;
cerré para estar solo todas las ventanas,
el ojo alegre de las cerraduras
y los libros y las puertas. Y todo lo he cerrado.

Nomás los labios no, ni estas atormentadas
palabras que irán naciendo de mis labios a oscuras.

Es muy verdad que yo hubiera querido hablarte,
como antaño, del amor y las cosas que nos unen;
hubiera querido decirte largamente
que te quiero, que me gusta que me sigan tus ojos,
que no hay suavidad como la de tus manos,
pero hace afuera un aire erizado de gritos,
¿comprendes?,
pero algo trágico está sucediendo allá afuera,
y yo no lo sabía.

Mira: sólo el amor no basta;
tampoco basta con querer que nuestros hijos
sean los más hermosos o los más inteligentes,
porque ahora sé que en ellos le daremos al mundo,
únicamente, más carne para el dolor,
otro recinto de amarguras,
otra enturbiada fuente de lamentos;
ni siquiera bastaría que tú y yo y nuestros hijos
fuéramos a detener a todos los que pasan,
para preguntarles, con un gesto amistoso,
por qué están desesperados, por qué gritan así,
por qué llevan la vida como la más estúpida,
la más innoble o la más feroz de las tareas.

Nadie me escucharía, ¿sabes?,
creo que nadie nos escucharía.
Y tendrías también que sentir lo que yo, ahora:
aquí encerrado tengo la certeza
de que si cogiera el teléfono y llamara,
y llamara, y llamara hasta morir de sed y hambre,
todos los números contestarían ocupados.

Podría también abrir las ventanas y gritar;
gritar por la mañana, por la tarde, por la noche;
aullar, gritar hasta que todo el mundo se despertara
destrozarme gritando y gritarles y gritarles.
Pero para hacer eso es necesario ser heroico,
y yo no soy más que un hombre con el corazón desgarrado
y convencido de que ya no existen los héroes,
de que nadie mueve un dedo para salvar a nadie:
todos están cuidando sus pedazos de pan duro,
cepillando con agua su único traje
para evitar que se vea pardo,
pensando en una hermosa mujer que se entregara gratis.

Los héroes…
(Cuando llegues a estas dos últimas palabras,
los héroes,
te ruego que las digas con una voz cuidadosa,
como si anunciaras a alguien la muerte de sus
padres.)

Ya no hay héroes, ¿me oyes?, ya no hay héroes:
todos asisten diariamente a una oficina
y son buenos empleados y trabajadores;
todos están casados y tienen hijos innumerables,
y acostumbran hacer un paseo dominical,
provistos de bolsas en las que hay tortas y refrescos.

Corren un poco entonces y golpean una pelota
o tratan de subirse a un árbol inclinado y pequeño
para demostrarse que aún siguen siendo los mismos.
Luego comen, hablan sabiamente del aire puro,
satisfechos de su existencia reposada y cómoda,
y regresan a sus casas y se duermen tranquilos,
tras de poner su dentadura en un vaso con agua.
Y yo no sabía nada de esto y estaba mudo,
y me levantaba contento en las mañanas
y hablaba de amor y de nostalgia, como lo más hermoso
y lo más terrible que puede sucederle a un hombre.

Se aprenden, sin embargo, palabras oscuras,
y cambian de sentido nuestras viejas palabras.
Si ellos quisieran mirar a su alrededor,
si ellos quisieran mirar a su alrededor, y ver,
y si ellos vieran que el mundo ya no es sencillo,
si por lo menos sintieran algo del dolor del mundo,
si se conmovieran, por lo menos, con un verso sencillo,
si un odio simple les partiera el alma,
si por lo menos lloraran con un dolor sencillo;
su pecho no sonaría más como un ataúd:
sabrían que las sirenas de las ambulancias
aúllan, como mujeres enloquecidas, al olor de la sangre;
que hay niños que se quejan suavemente,
como si cantaran una antigua canción,
porque se están muriendo sin que nadie lo sepa;
que hay gemidos y palabras entrecortadas
brotando de zaguanes oscuros, de cuartos de hotel,
de estrechos callejones donde el hombre se refugia;
del quejido impotente y opaco y terroso
de los que caen diariamente bajo la violencia;
del odio de los que roban por vez primera
porque ya nada tienen que pueda serles robado;
que hay cantos lúgubres en las iglesias
y coros aterrorizados en los hospitales;
conocerían el zumbido plomizo del silencio
de los que ya aprendieron que todo es inútil.
Y quizá entonces cada uno tomara su corazón,
henchido, inflado, hinchado por la ira
y por el llanto y la desesperanza,
y lo arrojara desde su turbia torre de marfil,
como semilla grande para el florecer del héroe;
para alfombrar de púrpura valerosa el camino
que haya de pisar mañana el héroe verdadero.
¿Estás haciéndome caso?: el héroe verdadero.
El que lleva en las sienes una corona de espigas
y en el pecho un corazón de pan tranquilo
y vigoroso.

Compréndeme ahora: se engañan quienes creen
que sólo ante un lecho de muerte uno se despide,
para siempre, de todo aquello que le es querido:
estoy vivo, y estás viva, y existe la esperanza,
pero tengo que despedirme de estas palabras mías
que no gritaré jamás, porque sólo soy un hombre.
Pero ojalá llegue alguien que las arroje al aire:
ya sé que muchas serán arrastradas por el viento,
entonces, y que algunas caerán sobre azoteas
y que lentamente irá secándolas el sol
y pudriéndolas la lluvia;
que otras quedarán sobre el asfalto de las calles
y que serán comida de los perros,
pero que una, la más limpia y serena de todas,
acunará la infancia del que estamos esperando.

Eso era todo lo que quería decirte.
Ahora voy a salir de nuevo a la calle:
deséame la mejor suerte,
y que tenga la fuerza de voluntad necesaria
para no dejarme acobardar, como ellos.

*Poema incluido en el número 12 (junio 2008) de Viento en vela.

viernes, noviembre 21, 2008

Discurso a Cananea (de Carlos Pellicer)

*Carlos Pellicer (Villahermosa, Tabasco, 1897-1977)


Discurso a Cananea*


No he de hablar de la sangre
ni de su prodigioso contenido;
ni del puño cerrado que gobierna
del lado izquierdo el regadío exacto
para que todo el cuerpo se alimente
sin que órganos o músculos carezcan
de cuanto equilibrando necesitan.

No he de hablar de la sangre,
viajera silenciosa,
el invisible y entubado pez,
vivo millón de gotas líquidamente augusto,
disciplinado al ritmo aparatoso
de un pequeño universo,
origen de razón y poesía.

La sangre,
la de los vasos siempre generosos,
la energía circulante a cada instante,
la que hereda zafiros, lodazales,
crepúsculos llorados en recuerdo
de amanecidos truenos militares.

No he de hablar de la sangre,
la aurora injustamente derramada
como el vino que espera al invitado
que va a llegar, pero que no ha llegado
porque un tzentzontle ha muerto en su ventana
cuando él iba a salir...

No he de hablar de la sangre
con que el niño al nacer mancha
su acto de nacimiento.

La sangre oculta en la mirada
del hombre socavón que circula en la mina,
la sangre que suda todos sus minerales.

La sangre oculta en la mirada
del hombre derrotado
en el salón de vidrio de la “justicia” humana.

La sangre oculta en la mirada
del minero dilapidado como riqueza anónima,
razonado por la avaricia,
glóbulo empobrecido
en la arterioesclerosis de la mina.

La sangre oculta en la mirada
del que después de la protesta inútil
—los niños, la mujer, la calandria, y el perro—
regresa al tiro envuelto en sombras miserables,
en trombas minerales,
en laringes de gases
y entre gallos de amanecer
así arrastrados como perros muertos
al rico basurero de la mina.
Dentro del gran oído de la mina
se escucha el ritmo de los hombres
que necesitan ocio y poesía;
hombres fragmentos de escombros,
hombres mendrugos
debajo de la mesa de capital jauría.

Canana, Cananea,
de tus tiros partieron
los primeros alientos de una aurora
que no ha dado la luz que necesito
para decir, de pueblo en pueblo,
que ya no hay tuberculosis producida por hambre
ni banquetes de bodas de ciento diez mil pesos;
que ya no hay grandes puercos
que hocean entre la sangre y la traición
—¿verdad, Señor y Dios mío Jesucristo?—
que así Pérez Jiménez y Trujillo y Somoza y Batista
y Rojas Pinilla y Castillo Armas
—el inefable “azul” de Guatemala—
(¡sean, pues, más bandidos pero menos ridículos!)
me impiden con su estiércol caminar por mi América.

Canana Cananea, ¿imaginas el día
en que venga a decirte a tu oído de cobre,
que no habrá más reuniones con visos de naufragio
en Panamá, donde el primer Roosevelt
cometió el panamá
que dejó sin su brazo glorioso a Colombia?
¿Allá, donde Bolívar llora más aún que en Caracas?

Tu sangre y tu protesta son el árbol que aguarda
su banderín de pájaros,
rodeados girasoles de salud y belleza
poblados de palabras que convengan al hombre.

Canana Cananea,
tu nombre suena a arenas movidas por el agua
en que se baña el día surgido de tu pecho,
joven como el tumulto que agrupa tu escultura
apretada de brazos con que abrazas a México.

Sobre muros que duelen pintó Diego Rivera
la entrada y la salida de la mina.
Chorrean dolor y rabia y vergüenza. Yo vi
pintarlos, cuando el día brotaba de mis manos
y entre huracanes de águilas rompí mi corazón.

Para encumbrar luceros tengo la voz a ti.
Tus noches minerales acarrean relámpagos
que abren en un fulgor las tormentas del mundo.
Llevo la cuenta en túneles de avaricia y cansancio
y en el rayo de sol que de Tabasco tengo,
he de contar un día, cuando vuelva a Tabasco,
lo que pesa el diamante que arrancaste al subsuelo:
huelga de Cananea,
¡alborea! ¡alborea! ¡alborea! ¡alborea!

México, 1956
*Poema incluido en el número 12 (junio 2008) de Viento en vela.

jueves, noviembre 20, 2008

Conformada la Red de escritores y escritoras por el ALBA


*Durante una semana, jóvenes escritoras y escritores de Latinoamérica y el Caribe se reunieron en San Cristóbal, estado Táchira, para debatir sobre el compromiso de las y los escritores en el siglo XXI.



Pensar en una literatura para la liberación de los pueblos, que sea capaz de traducir los sueños colectivos y las libertades necesarias de la América que esbozó José Martí y por la que se sembraron Bolívar, el Che, Mariátegui, Farabundo Martí y Sandino, entre tantas otras mujeres y hombres que vivieron por un mundo más humano y más justo, fue la consigna bajo la que se reunieron poetas, narradores y ensayistas de América Latina y el Caribe, en la capital del estado Táchira.

Los Andes venezolanos fueron el escenario para que jóvenes escritoras y escritores de esta América que lleva las heridas aún abiertas de la miseria y la opresión que sigue vigente después de más de quinientos años de coloniaje, debatieran sobre la necesidad de construir colectivamente una Red de escritoras y escritores por el ALBA, Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América.

Representantes de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela debatieron sobre el compromiso del escritor en este siglo XXI. Y aunque muchos de los gobiernos de estos países no se han suscrito al ALBA, se trata de impulsar desde la cultura y el hecho creador, la inclusión de los pueblos a una opción que nació desde el Gobierno Bolivariano como una propuesta opuesta al Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, que subraya el intercambio mercantil sobre las necesidades y anhelos populares.

Así, del 31 de octubre y hasta el 05 de noviembre, se sentaron las bases estéticas, ideológicas y programáticas para impulsar un colectivo de escritores que sea capaz de enarbolar las voces de los pueblos.

OTREDADES

El reconocimiento y respeto a las diferencias, la certeza de una Latinoamérica libre, que camine los pasos del futuro, que sepa mirarse las heridas y despertar con ellas la memoria del futuro imprescindible, es al final de cuentas la tarea de las escritoras y escritores de este siglo XXI que despertó a las transformaciones y a la tierra nacida del hambre centenaria.Escribir para quienes muchas veces no pueden y no saben leernos, para los que queremos el mundo libre y profundamente humano, para los que hacen nacer la vida en las siembras y en los sueños, en la mesa vacía y contrapuesta de miserias, para las niñas y niños sin escuelas, para ellos y ellas las palabras que quedarán roncas de tanto pedir y exigir la libertad de una América que lleva nombre de mujer.

El hecho estético no puede estar divorciado de la memoria, porque se funda en el imaginario colectivo, en lo que fuimos y en lo que necesariamente habremos de ser. Por eso, volver a la discusión del compromiso del escritor es una tarea fundamental como aporte a los movimientos libertarios que surgen desde las diversas geografías de Nuestras Américas. Queremos y trabajamos por una literatura regada con los olores, sabores, amores y colores de nuestros pueblos, no como panfleto sino como bandera henchida de luchas y sueños.

DECLARATORIA

Por eso, encontrarnos con los Andes como paisaje, como grito donde se funden los ecos de los pueblos originarios, definió que las y los escritores comprometidos con las más y mejores causas humanas "deben trascender el hecho de escribir", por lo que las y los escritores por el ALBA declararon la urgencia de "ejercer la promoción, divulgación, gestión y prácticas culturales como ejes que contribuyan a la construcción y consolidación de una alternativa Latinoamericana y Caribeña contraria al Capitalismo y al Imperialismo".En el encuentro se estableció un llamado a "contribuir con la recuperación, construcción y consolidación de espacios del Poder Popular" y rechazar "la escritura regida por principios mercantilistas".

Asimismo, hicieron un "llamado a la institucionalidad cultural y a las estructuras alternativas de los países suscritos al ALBA a cooperar solidariamente con el fortalecimiento de los procesos culturales ligados a la escritura y la lectura, en los países de Latinoamérica y el Caribe", mientras que la "Red de Escritoras y Escritores por el ALBA contribuirá a la difusión y promoción de la escritura Latinoamericana y del Caribe, utilizando para esto todos los medios y canales de difusión posibles, así como formatos alternativos que favorezcan el acercamiento del pueblo a la literatura".

"La Red de Escritoras y Escritores por el ALBA comprende a Latinoamérica y el Caribe no sólo como un conjunto de Estados, sino como un entretejido plurinacional, pluricultural, multiétnico y multilingüístico, planteando la necesidad de la valoración, difusión y fortalecimiento de las literaturas e idiomas originarios", subraya también el Manifiesto refrendado por las escritoras y escritores que se dieron cita en San Cristóbal.

Para "fijar posiciones, denunciar, apoyar luchas sociales y realizar acciones políticas colectivas", la Red definirá mecanismos de organización que permitan articular la teoría y praxis. Así también, "en su vocación Bolivariana, Socialista y Solidaria, -la Red- plantea la necesidad de establecer alianzas y vínculos de cooperación con movimientos, organizaciones, redes, escritoras y escritores, que propongan alternativas contrarias al Capitalismo y al Imperialismo en cualquier parte del mundo".

Con estas acciones y definiciones del pensamiento creador de las Américas originarias, negras y mestizas, escritoras y escritores abonan el camino de una revolución que nacida desde el hecho creador, puede y debe contribuir a la liberación de los pueblos, a sus luchas y a la construcción colectiva de un mundo que no sólo es posible, sino y sobre todo, imprescindible.

*Texto publicado en el Diario de Guayana, el domingo 16 de noviembre de 2008.