lunes, agosto 29, 2011

Miguel Guardia por Alí Chumacero

Miguel Guardia

Por Alí Chumacero (Acaponeta, Nayarit, 1918-2010)

Miguel Guardia (1924-1982) ejerció varios oficios con la letra escrita. Fue autor y crítico de teatro, hizo ensayo y periodismo cultural; pero su tarea principal la constituyó la poesía. En ese campo supo mostrar, mediante un lenguaje gradualmente más directo y nítido, un espíritu fiel a la soledad, con­fiado al amparo de la pasión amorosa y a menudo adverso a las situaciones que entorpecen la libre acción de los hombres. Consideraba el poema como denuncia, ira y rebeldía desde la conciencia de que “todo estaba perdido de antemano”. La mujer, la añoranza, la sensualidad, el recuerdo, la ausencia, el silencio, fluyen de sus versos con la certeza de que formulan la única manera de situarse por encima de la desolación, más allá de la corriente oscura que todo lo arrebata. Como quien sospecha que pronto ha de partir, el poeta canta al amor “lo único que puede vencer a la muerte” anti­cipando su verdad pura.

Sin dificultad empleaba términos de sentido opuesto en una misma estrofa. Así en el poema titulado: “Esperanza”, dice en tono de presagio y al mismo tiempo, de dulce promesa:

Con un poco de amor llegaremos jóvenes a la tumba:

estamos a tiempo. Tendremos nuevos recuerdos,

pensamientos que nunca hubo en nuestras vidas

y esperanza, esperanza, esperanza…

Pero en verdad Miguel Guardia se inclinaba al registro de temas menos alegres, donde el mundo y la vida aparecen desmoronándose, conducidos por una mano implacable hacia “la hora en que todo calla y todo se despierta", hacia el instante en que solamente las silabas de un nombre signi­fican la postrera, perseguida reconciliación consigo mismo:

Suena tu nombre tan intensamente

que se me queda en los oídos

como lamento, como esperanza,

como derrota, como el olvido, como la nada.

Dentro de esa amarga órbita, nutrida de fantas­mas, derrumbes y vacíos a la que el poeta se sabe sujeto, Miguel Guardia mantenía alerta la convic­ción de que su obra habría de sobrevivirlo. Recor­dando a Manuel Gutiérrez Nájera, que a su vez había parafraseado al Latino, asegura que seguirá viviendo hasta la consumación de los siglos, y ter­mina:

Estoy alegre, alegre, porque sé que no he muerto,

porque no he de morir, amiga mía.

En efecto, la poesía de Miguel Guardia perdu­rará y hará perdurar su nombre entre nosotros. Contra el inequívoco verso suyo: “Yo ya no tengo días, sino una noche eterna” se levantará siempre el muro de estos poemas cuya lectura nos descubre, encendidamente, el alma de un escritor que hizo de la belleza un eco de sus pasiones.


*Texto publicado en el número 15 de Viento en vela.